Bajo los reflejos dorados del telón vitral del Palacio de Bellas Artes y el eco de los aplausos, Amores perros volvió a rugir, 25 años después, frente a un público que la celebró no como una película, sino como una herida colectiva.
Entre emociones, reencuentros y acordes en vivo, la cinta de Alejandro González Iñárritu , que marcó el renacimiento del cine mexicano a inicios del milenio, fue homenajeada con una proyección especial y un concierto íntimo de Gustavo Santaolalla, compositor de su banda sonora original.
La noche fue un viaje de regreso al año 2000, cuando Amores perros se estrenó en Cannes y encendió una nueva era para el cine nacional.Con su estructura coral, su lenguaje áspero y su retrato crudo de la Ciudad de México , la película transformó la forma en que