Cuando hablamos del universo, solemos imaginar algo tan vasto que parece infinito. A veces incluso resulta curioso recordar que, hace apenas unos siglos, muchos creían que el fin del mundo estaba más allá del océano Atlántico. Luego, los europeos encontraron América.
Sin embargo, hoy enfrentamos un dilema parecido.
El universo observable tiene un borde muy definido: alrededor de 46 mil millones de años luz en todas las direcciones. Más allá de esa frontera, el universo sigue existiendo, pero se vuelve invisible para siempre ya que esta vez, la frontera no está hecha de materia ni de energía, sino que de tiempo.
La causa de dicha frontera es la expansión acelerada del universo. Desde sus orígenes, el cosmos no se expande “hacia afuera”, como nos es cómodo imaginarlo, sino que el propio e