Retrato artístico de Edgar Allan Poe escribiendo bajo la luz de una vela. Fotografía: DALL·E / OpenAI

Lo encontraron tirado frente a una taberna de Baltimore, el 3 de octubre de 1849. Estaba desorientado, al borde de la muerte y vestido con ropas que no eran suyas. Nadie sabe cómo llegó ahí. No podía explicar su estado. Apenas hablaba. Cuatro días después, moriría en un hospital, pronunciando sus últimas palabras: “Señor, ayuda a mi pobre alma”.

Ese hombre era Edgar Allan Poe.

Tenía 40 años. Llevaba una vida marcada por la pérdida, la pobreza y la genialidad. Fue huérfano desde niño. Amó y perdió a su esposa, Virginia, muerta de tuberculosis. Luchó contra el alcohol, contra los críticos, contra el olvido. Escribió cuentos que hoy siguen perturbando, versos que aún suenan como campanas

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