El 16 de noviembre de 1957, la policía del condado de Waushara, Wisconsin (EE. UU.), ingresó a una granja perdida en Plainfield. Buscaban a Bernice Worden, dueña de la ferretería del pueblo. El último recibo de venta la vinculaba con un cliente solitario: Ed Gein.
Pero lo que encontraron los agentes fue tan grotesco e inconcebible que marcó un punto de quiebre en la historia del crimen estadounidense y sembró las raíces de algunos de los íconos más oscuros de la cultura contemporánea.
Gein fue arrestado esa noche y lo que siguió fue una historia de espanto rural, necrofilia, asesinatos y cuerpos desmembrados.
Los crímenes cometidos por ese hombre de voz tenue y modales afables lo convirtieron en una leyenda maldita. Fue llamado el “carnicero de Plainfield”, y décadas más tarde, su fi