Por Vanesa Petrillo
El pasado 12 de marzo, la vida del fotoperiodista Pablo Grillo dio un giro de 180 grados: mientras se disponía a cubrir la marcha de jubilados y la feroz represión de las fuerzas policiales, un oficial de Gendarmería disparó un cartucho de gas lacrimógeno directo a su cabez a, provocándole una severa herida de la cual se recuperó milagrosamente. No obstante, el fotógrafo continúa en rehabilitación y aún no está ni cerca de ser quién supo ser.
Héctor Guerrero fue el efectivo encargado de disparar y, tras iniciarse una investigación, la Justicia dispuso su procesamiento sin prisión preventiva.
En su breve declaración, el cabo había dicho que es inocente, que disparó como indican los manuales, que no tenía buena visibilidad y que fue atacado por manifestantes.