El Tribunal Superior de Madrid avala la condena a un joven que retuvo a una menor en la "habitación del pánico" de un piso de Fuenlabrada donde fue agredida sexualmente y obligada a comer cigarros

Medio siglo de cárcel por secuestrar, violar y torturar a una menor de edad durante un mes “por ser mujer”

El Tribunal Superior de Madrid ha confirmado la condena de 50 años de prisión para uno de los casos de violencia machista y sexual más graves que recuerdan los tribunales de la región: la impuesta al joven que secuestró a su pareja menor de edad en una casa de Fuenlabrada donde la torturó, violó y vejó hasta que sus compañeros de piso, que pensaban que estaba muerta cuando la encontraron, llamaron a la Policía. Las tres juezas aseguran que, en este caso de violencia machista, la realidad “supera cualquier ficción de novela o cine” y avalan el medio siglo de cárcel impuesto al agresor por lo que sucedió durante varias semanas en lo que describen como la “habitación del pánico”.

El infierno al que fue sometida esta joven tuvo lugar entre octubre y noviembre de 2021, cuando ella tenía 16 años y su pareja de 19 la secuestró en dos casas distintas: primero el domicilio de sus padres en Getafe y después en una habitación alquilada en Fuenlabrada. Las agresiones empezaron en esas primeras dos semanas de “terror”, según describió la propia víctima, que vivió en casa del padre de su captor. No pudo volver al colegio, solo podía salir de casa con la cara tapada para evitar ser vista y pasaba la mayor parte del tiempo en la habitación. La amenaza era clara: si escapaba, su captor haría daño a su hermana pequeña.

Las agresiones, violaciones y vejaciones subieron de intensidad cuando tres semanas después el joven decidió que se trasladaban a una habitación alquilada de un piso compartido en la localidad de Fuenlabrada. A los golpes, las palizas y las agresiones sexuales se sumaron las torturas: obligó a la joven a comer colillas de cigarro, a hacerse sus necesidades encima al no poder ir al baño o a cortarse el pelo a trasquilones mientras recibía golpes con cables o perchas, incluso, en sus partes íntimas.

El agresor explicó varias veces el objetivo de su violencia: saber o sospechar que podía estar con otros hombres o, incluso, que pudiera estar pensando en ellos. Durante los interrogatorios sobre cuántas parejas había tenido, la adolescente de 16 años llegó a inventarse nombres y relaciones ficticias “creyendo que iba a parar, pero no paró”. “De la cárcel se sale, de la tumba no”, afirmó el condenado en una ocasión. Los tres compañeros de piso de la pareja llamaron a la Policía cuando, 35 días después de empezar el cautiverio, la víctima consiguió escapar brevemente de la habitación para pedir auxilio cubierta de sangre. Una de las chicas que la encontró, enfermera de profesión, no fue capaz de tomarle el pulso. Uno de los policías que acudió al piso pensó, al principio, que la joven ya estaba muerta.

El Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha confirmado la condena de 50 años de prisión que le impuso en un primer momento la Audiencia Provincial después de dos días de juicio. Siete delitos distintos, además de la obligación de indemnizar a la víctima con más de 200.000 euros, una cantidad de improbable cumplimiento después de que el acusado se haya declarado insolvente. Las juezas aseguran que los hechos descritos por la víctima son “sobrecogedores y extremadamente graves” y revelan una “inusitada crueldad, brutalidad e impiedad”. Sus argumentos de defensa sobre cómo toma drogas y no recuerda haber hecho nada de eso es, para el tribunal, un “cuasi irritante sarcasmo”.

Las magistradas rechazan todos sus argumentos de defensa con los que pedía una rebaja de su condena. Desde no acordarse de nada de lo sucedido hasta alegar falta de pruebas o, incluso, afirmar que el consumo de drogas debería aliviar la sanción penal. Las tres juezas del TSJM contestan que esa supuesta borrachera permanente no cuadra con las torturas a las que sometió a su pareja menor de edad. Lo que hizo fue, explican, “agredir a la víctima del modo continuado, permanente, constante, cruel, despiadado y, en cierto modo, con un grado de sofisticación incompatible con el estado propio de la embriaguez”.

“De no ser atendida con urgencia, hubiera fallecido”

La víctima explicó en el juicio las consecuencias de la tortura a la que fue sometida durante más de un mes. “Aunque yo lo cuente, nadie puede llegar a saber lo que es. Lo que pasé”, explicó al tribunal tres años después de los hechos. Ningún juez de los que han estudiado el caso ha negado el componente machista y de dominación de este secuestro. “Nos encontramos ante una relación desigual y de control, sustentada en el género”, dijeron las forenses en el juicio. Todo, según la Audiencia de Madrid lo hizo “por el hecho de ser mujer”.

El Tribunal Superior de Madrid emplea expresiones poco habituales en sentencias judiciales para describir el caso. La realidad que vivió esta joven, afirman, “supera cualquier ficción de novela o cine” y la habitación donde pasó semanas encerrada “bien hubiera podido ser descrita como habitación del pánico”. También son claras las magistradas al explicar que la vida de la joven peligró. “Según los partes médicos presentaba innumerables lesiones, de no ser atendida con urgencia hubiera fallecido”.

Las pruebas, explica esta sentencia, no permiten rebajar ni un año del medio siglo de presidio que le fue impuesto en primera instancia. La declaración de la joven, de sus seres queridos, de los compañeros de piso y los policías y médicos que acudieron a la casa de Fuenlabrada. “Existió un claro y brutal menosprecio, ataque y menoscabo a la dignidad revelado a través de una muy execrable conducta insultante, amenazante, humillante hacia la víctima; amén de los innumerables ataques físicos y golpes causantes de las lesiones, el maltrato y las agresiones sexuales”, dice la sentencia.

El acusado, zanja esta resolución todavía recurrible ante el Tribunal Supremo, “creó en la víctima un sentimiento de terror, de angustia susceptibles de humillarla, de envilecerla y de quebrantar, a no dudar, su resistencia física y moral”.