El 80º aniversario del Partido de los Trabajadores de Corea (PTC) no es un colosal desfile nostálgico, es una operación geopolítica que consagra a Kim Jong Un como un estratega implacable. Con misiles de alcance global, pactos inquebrantables con China y Rusia, y un relato ideológico que galvaniza su régimen, las avenidas de Pyongyang vibrarán este viernes con un ultimátum: , sino el fulcro de un nuevo bloque que reta al dominio occidental.
Y es que el mariscal ahora no negocia desde la debilidad, últimamente impone condiciones desde un trono de acero . En la víspera de las celebraciones, Kim recorrió el Museo de la Fundación del Partido, un enclave que él mismo elevó a «bastión sagrado» de la lucha norcoreana. Su alocución, catalogada por los medios oficiales como un «hito trascendenta