El amanecer sobre Gaza ya no huele solo a humo. Por primera vez en mucho tiempo, el aire trae algo distinto, una mezcla de silencio y esperanza tenue. Los altavoces no anuncian ataques, sino un acuerdo inicial de tregua, y la liberación de rehenes israelíes y de prisioneros palestinos, y un llamado al retorno del sentido común humanitario, sepultado durante meses bajo los cascotes de la barbarie respondida con barbarie.
Durante más de un año, el mundo presenció un duelo entre extremos, el fuego cruzado de los guerreristas sin escrúpulos. De un lado, Netanyahu y su coalición de hierro, que justificaron la devastación de Gaza, para exterminar “animales”. Del otro, Hamas, convertido en su espejo, un poder terrorista que instrumentalizó el dolor palestino como bandera política . En medio