En los últimos tiempos en las Islas se ha consolidado un discurso político, empresarial y mediático claro, queremos atraer turismo de calidad , no de cantidad. Una apuesta razonable si consideramos la presión que el turismo masivo ejerce sobre nuestras infraestructuras, recursos naturales y calidad de vida. La idea de tener menos visitantes, pero con mayor poder adquisitivo , suena bien; más ingresos y menos saturación . Pero hay una consecuencia silenciosa de este modelo que cada vez se siente con más fuerza entre quienes vivimos aquí todo el año.

Porque si apostamos por un turismo de mayor nivel económico, ¿qué ocurre con los precios de hoteles, restaurantes, cafeterías, actividades culturales o deportivas? Suben. Ya no hablamos solo del coste de salir a comer un menú del día. H

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