México, por su ubicación geográfica, está expuesto a una amplia gama de amenazas naturales. Pero la vulnerabilidad no es sólo geográfica, también es social. Son las condiciones de pobreza, la falta de acceso a servicios básicos y la marginación las que convierten un fenómeno natural en un desastre social.

Aún es temporada de huracanes y el miedo está latente. El recuerdo de Otis, que hace casi dos años dejó daños por más de 84 mil millones de pesos en Acapulco, es un crudo recordatorio de nuestra creciente vulnerabilidad. Sin embargo, es fundamental insistir en que huracanes, lluvias o sismos son fenómenos naturales, no desastres en sí mismos. Un desastre no es natural, y más bien ocurre cuando estos fenómenos impactan en comunidades en situación de vulnerabilidad por pobreza, desigualdad

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