Imaginemos, nos dicen, el horror. Entonces imaginamos una barcaza con 25 personas mar adentro, tan adentro que no se pueden ver ni las costas, ni los límites de la tierra, sólo mar, mar y noche, mar y horizonte, mar y distancia. En el mar sólo están ellas, las tormentas, las olas, y seres inmensos que les siguen o se alejan o les hablan en las noches heladas. Es el horror, pero es real. Fue real.

Un cayuco repleto de migrantes partió de las costas africanas de Mauritania rumbo a las Islas Canarias. La frágil barcaza perdió rumbo y noventa días después apareció en las costas de Brasil con cinco cadáveres a bordo. Fue todo lo que quedó de aquel viaje sin nombres.

Se supo porque fue noticia. La misma que le llegó al dramaturgo español Jacobo Pallarés, miembro de la compañía valenciana Teatr

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