El recuerdo más antiguo que tengo por mí mismo o inducido por mi madre que expresaba su amor y reconocimiento por el viejo es cuando antes de partir a la vieja ciudad de hierro para ser intervenido del apéndice que ya estaba casi en un cuadro de peritonitis, elaboró tres piñatas memorables de las que recuerdo tratando de pegarle a la de un chinito con su cola de papel lustre negro y una bella bata roja tan características mientras la futura palomilla de mis andanzas de barrio a grito pelón gritaba el dale, dale.
La primera pesadilla en que un apache de seguro inspirado en la figura de la lotería mexicana metía a Paco mi hermano entonces guardián de mis primeros pasos en una botella de refresco ante mis gritos y llantos que me despertaron en medio del primer sudor en mi nuca que después po