Cuando las brumas de la vejez van envolviendo el escenario cognitivo, aniquilando, disolviendo o disipando recuerdos, hay siempre situaciones que escapan a la deforestación mental que el tiempo ejecuta.

Muchas de ellas están emparentadas a momentos particulares o especiales esparcidos en nuestra labor periodística. Y al momento de convocarlas no se escabullen de nuestras inquietudes. Se muestran - por el contrario - con rasgos rotundos que evitan la persistencia del olvido.

Algo de esto -o todo- tiene que ver con mi estancia en la Patagonia por más de cuatro décadas. Estadía que abraza innumerables vivencias, entre ellas las que me anclaron al diario EL CHUBUT.

Si bien yo había tenido periplos en mi terruño santafesino, arribar a este medio patagónico incipiente aún, pero con una potenc

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