El llamado “huachicol fiscal” representa una de las expresiones más sofisticadas y peligrosas de la corrupción en México. Ya evolucionó el picar ductos, sino de un esquema en el que se introducen combustibles al país mediante falsas clasificaciones arancelarias que reducen o eliminan impuestos, o bien a través de facturación simulada y declaraciones engañosas donde se registran gasolinas o diésel como “aditivos”. Este fraude requiere complicidad a múltiples niveles: aduanas, empresas transportistas, agentes fiscales y autoridades militares. Prueba de ello es que hoy la Aduana de Ciudad Juárez está bajo la lupa por presuntas irregularidades en este tipo de operaciones, lo cual, según reportes periodísticos, involucra a su titular, Octavio Othón López Pérez. Aunque la investigación aún no ha

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