El director noruego Joachim Rønning ofrece una tercera entrega de la saga Tron que, como un programa que se ejecuta sin depurar, funciona, pero no completamente; deslumbra, pero no emociona; promete profundidad, pero se queda en la superficie de su propio código. Aun así, entretiene con su característico estilo, revelado con su primera entrega, la vanguardista Tron de 1982.

Jared Leto (Ares), un programa digital que cruza el umbral hacia el mundo real. Su travesía, que podría haber sido una meditación sobre la conciencia artificial, la otredad y el deseo de permanencia, se diluye en una narrativa predecible, donde los dilemas éticos se enuncian, pero no se desarrollan. Ares , más que un personaje, es un contenedor de ideas no ejecutadas, un replicante sin monólogo final. Precisament

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