
El silencio de Pedro Sánchez ante el Premio Nobel de la Paz concedido a la opositora venezolana María Corina Machado se ha convertido en un símbolo del aislamiento internacional y la decadencia moral de su política exterior. Mientras los líderes europeos y norteamericanos celebraban el galardón como una victoria de la libertad frente a la tiranía , el Gobierno español optaba por callar , por no molestar a Nicolás Maduro .
Ni el presidente del Gobierno ni su ministro de Exteriores, José Manuel Albares , pronunciaron una sola palabra de felicitación. Desde Moncloa se limitaban a justificar su silencio con un eufemismo diplomático: « No conviene precipitarse tratándose de un asunto con impacto internacional ». En otras palabras, temor a enfadar a Caracas , una actitud que refleja el deterioro moral y político de un Ejecutivo cada vez más alineado con las dictaduras latinoamericanas .
Tres reveses en una semana: OTAN, Oriente Próximo y Venezuela
El Nobel a Machado ha sido el tercer golpe consecutivo en apenas una semana para la política exterior del Gobierno. Primero, la advertencia de Donald Trump , que sugirió que España podría ser expulsada de la OTAN por negarse a cumplir con el gasto mínimo del 2% del PIB en defensa y presumir de ello públicamente .
Después, el malestar en Washington y Bruselas por el embargo de armas a Israel decretado unilateralmente por Sánchez en plena negociación del alto el fuego con Hamás. Y ahora, la vergonzosa pasividad ante el reconocimiento mundial de una mujer que simboliza la lucha contra el chavismo , un movimiento que Sánchez y Zapatero llevan años legitimando .
La vicepresidenta Yolanda Díaz , fiel a su costumbre, calificó inicialmente de «farsa» el acuerdo de paz impulsado por Trump entre Israel y Hamás, para luego retractarse cuando cesaron los bombardeos. Una muestra más de la incoherencia del Ejecutivo en los asuntos internacionales: cuando callan, se delatan; cuando hablan, se contradicen .
El miedo a decir «dictadura»
El jurado sueco destacó en su fallo el « compromiso valiente de Machado con la transición democrática y pacífica de Venezuela ». Sin embargo, esa palabra –dictadura– continúa prohibida en Moncloa . Ni Sánchez ni Albares la pronuncian. La única ministra que osó hacerlo, Margarita Robles, fue reprendida internamente por dar «munición al PP». Desde entonces, el Gobierno evita cualquier referencia directa al régimen de Maduro.
Resulta especialmente irónico que Sánchez no tenga reparos en calificar de “genocidio” las acciones de Israel en Gaza, pero se niegue a llamar “dictadura” a una tiranía socialista que persigue, encarcela y tortura a sus opositores.
Mientras tanto, Pablo Iglesias –voz ideológica del entorno podemita del Gobierno– llegó a comparar el Nobel a Machado con “darle el premio a Hitler” , en una demostración de fanatismo ideológico que incomoda incluso a antiguos aliados de la izquierda.
Zapatero, el emisario de Maduro en Europa
Detrás del silencio de Sánchez hay un nombre que se repite como una sombra constante: José Luis Rodríguez Zapatero . El expresidente socialista se ha convertido en el intermediario oficioso de Caracas en España y la Unión Europea . Sus vínculos con el régimen chavista son tan notorios que incluso el Departamento de Estado de EE.UU. ha sugerido retirarle el visado por su proximidad al entorno de Maduro y su presunta implicación en tramas opacas como el Cártel de los Soles .
Lejos de tomar distancia, Sánchez lo mantiene como asesor político . Y el propio Maduro lo ha defendido públicamente como « un hombre honorable y un dirigente amigo de Venezuela ».
Zapatero fue, de hecho, observador autorizado por el régimen en las fraudulentas elecciones de julio de 2024 , una misión que la Unión Europea rechazó por falta de garantías democráticas . Mientras Bruselas denunciaba un fraude, Zapatero guardó silencio . Y Moncloa se limitó a pedir las actas electorales , como si de un trámite administrativo se tratara.
La sumisión diplomática: del caso Delcy a la claudicación total
El actual servilismo de Sánchez hacia Maduro no es nuevo. Todo comenzó en enero de 2020 , cuando la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez , vetada en el espacio Schengen , aterrizó de madrugada en Barajas . Quien acudió a recibirla fue José Luis Ábalos , entonces ministro de Transportes y secretario de Organización del PSOE. El episodio, rodeado de maletas misteriosas, contradicciones y mentiras , marcó el inicio de una etapa de complicidad soterrada con el régimen bolivariano.
Pese a aquel escándalo, Sánchez rehusó romper relaciones diplomáticas . En 2023, nombró un nuevo embajador en Caracas , y poco después propuso levantar las sanciones europeas contra Maduro . Todo, mientras Zapatero consolidaba su papel de emisario del chavismo y Ferraz evitaba condenar los abusos de derechos humanos en Venezuela.
El falso gesto humanitario: Edmundo González y el exilio vigilado
Cuando el Gobierno acogió al opositor Edmundo González tras el pucherazo electoral de 2024, lo vendió como un gesto de «hospitalidad».
Pero el detalle es revelador: González tuvo que firmar su salida del país reconociendo la “reelección” de Maduro , en un documento supervisado por Delcy Rodríguez y Jorge Rodríguez , en presencia del propio embajador español. Un acto humillante , realizado bajo presión, que el Ejecutivo intentó presentar como un éxito diplomático .
Desde entonces, ni Sánchez ni Albares han reconocido a González como presidente legítimo de Venezuela , pese a que Congreso y Senado españoles lo exigieron por mayoría . El Gobierno prefiere mantener el silencio , una vez más, para no irritar a Caracas ni a su intermediario, Zapatero .