Cuando alguien dice “pirámide”, lo primero que viene a la cabeza es Egipto. Giza, Keops, el Nilo. Pero la pirámide  más grande del mundo  —ojo, no la más alta— no está en África, sino en el corazón de México. Se llama  Gran Pirámide de Cholula , aunque su nombre original en náhuatl es  Tlachihualtépetl , que significa literalmente  “cerro hecho a mano” . Y la definición no podría ser más exacta.

El cerro que resultó ser una pirámide

Durante siglos, los habitantes de  Cholula , una ciudad situada en el actual estado de  Puebla , creyeron que vivían junto a una montaña natural coronada por una iglesia colonial. Lo que no sabían era que bajo esa colina se escondía una estructura  de 450 metros por lado , el basamento más extenso jamás levantado por el ser humano. Para que te hagas una idea, eso equivale a cuatro veces la base de la Gran Pirámide de Giza.

Sin embargo, no es la más alta: su cumbre se eleva unos  55 metros sobre la llanura , mientras que otras pirámides mesoamericanas, como  La Danta  en Guatemala, alcanzan los 72. Pero en volumen, no tiene rival. Su tamaño total supera incluso el de la pirámide de Keops, lo que la convierte en el  monumento más voluminoso del planeta .

Un templo para los dioses

La  Pirámide de Cholula  era un templo sagrado dedicado a  Quetzalcóatl , la serpiente emplumada, una de las deidades más importantes del mundo mesoamericano. Su construcción comenzó probablemente hacia el  300 a. C. , aunque los arqueólogos creen que se prolongó durante  más de mil años , con sucesivas ampliaciones y remodelaciones por distintas culturas.

Cada civilización que habitó la zona —desde los olmecas-xicalancas hasta los toltecas— añadió su propia capa, literalmente. Los pueblos mesoamericanos solían  construir nuevas estructuras sobre las anteriores , una práctica que explicaría el colosal tamaño de la pirámide actual: un palimpsesto de piedra que guarda la memoria de siglos de creencias y rituales.

Arquitectura mestiza antes de la conquista

El estilo arquitectónico de la pirámide combina influencias de  Teotihuacán , el gran centro urbano del altiplano mexicano, con elementos típicos de la  costa del Golfo , especialmente de  El Tajín . En sus ruinas se distinguen patios, altares, escalinatas y túneles subterráneos que conectaban los diferentes niveles del templo.

El conjunto, además, formaba parte de una  ciudad sagrada : un centro ceremonial, político y comercial que llegó a ser más importante que Tenochtitlán antes de la llegada de los españoles. No es casualidad que  Hernán Cortés  y sus tropas hayan destruido parte del templo y construido encima la  Iglesia de Nuestra Señora de los Remedios , símbolo de la conquista espiritual.

Hoy esa iglesia blanca y dorada, visible desde kilómetros a la redonda, sigue presidiendo la cima del cerro, como si la fe católica se hubiera impuesto literalmente sobre los cimientos prehispánicos.

El misterio y la violencia del final

El esplendor de Cholula se apagó con el fin del período clásico mesoamericano, hacia el año  900 d. C. . Las guerras, las sequías y la caída de Teotihuacán marcaron su decadencia. El  Patio de los Altares , el centro ritual más importante del templo, fue profanado y destruido, y la ciudad quedó finalmente abandonada hacia el siglo XIII.

Los cronistas cuentan que, durante las épocas de sequía, los sacerdotes subían al templo para  ofrecer sacrificios a Tláloc , el dios de la lluvia. A veces, incluso se ofrecían  niños  como mensajeros divinos. Son escenas que estremecen hoy, pero que forman parte de la compleja cosmovisión de aquellos pueblos.

Redescubierta bajo tierra

La pirámide permaneció oculta durante siglos, cubierta de tierra y vegetación, hasta que en  1931  unos arqueólogos mexicanos comenzaron a excavar la zona. Lo que encontraron fue tan vasto que tuvieron que abrir  más de 8 kilómetros de túneles  para explorar su interior.

Hoy, el visitante puede recorrer parte de esas galerías y asomarse a un pasado casi mitológico. En la superficie, el  Museo de Sitio de Cholula  exhibe objetos hallados durante las excavaciones: cerámicas, figurillas, pinturas murales y restos del legendario  Mural de los Bebedores , una obra única en el arte prehispánico.