Esta mañana amaneció con una noticia que, por una vez, reconcilia al mundo con el sentido común: el Premio Nobel de la Paz fue otorgado a María Corina Machado. Y, con ello, el gran perdedor es Gustavo Petro. Me explico.

El presidente colombiano, que abiertamente hizo campaña por ese reconocimiento, veía en el Nobel la coronación de su narrativa populista y divisiva. Pero el jurado decidió otra cosa: premiar la valentía, la coherencia y la verdad. No al discurso fácil, sino a la lucha real por la libertad. No a los megáfonos de los espectáculos y las puestas en escena, sino a las acciones de años en favor de la libertad y en contra de la verdadera opresión.

Mientras que Petro defendía a Nicolás Maduro –la dictadura más cruel y corrupta del continente–, María Corina Machado resistía con su

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