Los astronautas que han tenido la suerte de viajar más de una vez al espacio en la última década son testigos privilegiados de un cambio cromático a escala planetaria. Desde su atalaya a 400 kilómetros de altura han podido comprobar que las ciudades, antes tenues manchas de color ámbar, ahora brillan con una intensa luz blanca.

No es una metáfora. Es la huella visible de una de las transformaciones de infraestructura más rápidas y generalizadas de la historia reciente: el gran reemplazo del alumbrado público . Hemos jubilado las viejas farolas de vapor de sodio y hemos abrazado masivamente el LED. Este cambio, impulsado por la regulación en favor de la eficiencia energética, han redibujado el mapa nocturno de la Tierra, un fenómeno que se ve con mayor claridad desde el espacio.

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