Dicen que incluso en las aldeas más pequeñas, cuando el enemigo aprieta las murallas, surge una fuerza que no entiende de clasificaciones ni de estadísticas. Algo de eso debe quedar todavía en Unionistas, ese equipo que se comparó con la aldea de Astérix y Obélix, rodeado de gigantes pero fiel a su espíritu rebelde tras seis jornadas que han dejado más sombras que certezas. A estas alturas el orgullo se convertía en necesidad y frente al Mérida, equipo de la ciudad heredera de la vieja Roma que un día quiso someterlo todo, los blanquinegros buscaban recordar que aún queda magia en el pueblo que no se rinde. Y es que cuando la fe titubea y el fútbol no acaba de llegar, solo el escudo sostiene y el escudo de Unionistas ya pesa demasiado como para no defenderlo.
Bajo esa premisa espera