El prestigio de un diario, como de cualquier medio de comunicación, se asienta sobre un camino de ida y vuelta: el reflejo fidedigno y responsable de los acontecimientos que marcan el pulso del desenvolvimiento social y el impacto y la receptividad que a su vez tiene en la propia sociedad la divulgación de esos hechos, muchos de los cuales se esfuman en la cotidianeidad y otros perduran en la memoria colectiva como parte del proceso histórico de una comunidad.
Es un itinerario dinámico en el que interactúan, sin visualizarse, pero con una conexión intelectual y emocional muy peculiar, por un lado, los periodistas y sus colaboradores, que operan sobre esos acontecimientos para difundirlos de manera prolija, coherente y confiable, y por el otro los lectores, que son en definitiva quienes da