Se conocieron una noche de fines de primavera en Madrid. Ella estaba invitada a un congreso, él era un directivo importante de la institución que lo organizaba. Se cayeron bien de inmediato. Desde ese primer encuentro, y a lo largo de 34 años, cimentaron una relación sin fisuras, una amistad de esas que no necesitan del contacto cotidiano para alimentarse y crecer. A uno y otro lado del mundo cada quien sabía que el otro, allá lejos, estaba. Guapísimo, educado, espléndido, con un savoir faire latino que ensombrecía a cualquier galán de Hollywood y una vida repartida entre Nueva York, Miami y Madrid, él mantuvo siempre su empedernida soltería, de compromisos con fecha de caducidad.

Ella no; a lo largo del tiempo atravesó una separación y una relación fallida hasta dar con su amor definitiv

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