La vivienda ha pasado, en apenas unas décadas, de ser un espacio para la vida a convertirse en una pieza más del engranaje financiero global . Este desplazamiento, que a menudo se justifica con la retórica del crecimiento económico y la eficiencia del mercado, ha vaciado de contenido cultural, social y humano uno de los ámbitos más fundamentales de la existencia: el hogar. Donde antes se hablaba de habitar , hoy se habla de rentabilidad ; donde había muros que acogían biografías, ahora hay activos que se cotizan.

El mercado inmobiliario , tal como se concibe y gestiona actualmente, constituye un despropósito social y político . No solo porque convierte un derecho humano en un privilegio, sino porque corroe los cimientos de la convivencia urbana , transforma la ciudad en un

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