Es algo que ocurre de cuando en vez, no me digan que no. Uno revisa el álbum de las fotografías en sepia del ayer y aparecen algunas escenas que sobrecogen, como si un fantasma del pasado nos visitase de repente. Si levantan la vista unos centímetros verán en la instantánea que nos acompaña la imagen del genial artista Javier Urquijo , acompañado por quien esto escribe, con algo más de pelo y un puñado de kilos menos. El viejo Javier, el hombre junto al que di mis primeros pasos, ha resucitado en mi memoria a través de una fotografía remitida por Enrique Moreno Esquivel, con su tez pálida, su puñado de folios para tomar nota y un aire de concentración. Es una semblanza de la vida que se le fue, que se me fue, que se nos fue. Es un fantasma del pasado que aviva el fuego del recuerdo .

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