Lo que comenzó como una jugada interna para recobrar estabilidad política ha terminado desatando una nueva tormenta política en Tokio. Cuando el Partido Liberal Democrático (PLD) decidió desplazar a Shigeru Ishiba y alzar a la combativa Sanae Takaichi como su nueva presidenta y futura primera ministra , sus líderes imaginaron que el movimiento cerraría filas, restauraría la autoridad y quizá reavivaría el vínculo con un electorado cada vez más hastiado. Pero el resultado ha sido el contrario, con división, incertidumbre y un colapso sin precedentes en la hegemonía que definió el Japón de la posguerra.

Apenas una semana después de su elección, , socio de coalición durante 26 años, abandonó el gobierno. El gesto ha supuesto el actual seísmo político. Por primera vez desde 1955, el PLD enf

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