Luego de dejados, mas no incomunicados, con hijos de por medio, decidieron conversar.
Con unas frías en las manos, para relajarse y entenderse mejor, sin las discusiones de antaño.
La idea era llegar acuerdos sobre temas en común, entre mayores de edad, despojados de bajas pasiones, en sana paz y amistad.
A medida que transcurrían las horas el demonio de la ebriedad, trajo consigo el diablito de la lujuria, incitándolos a avanzar.
Recordando aquello que fue bueno, ajenos al que dirán, sucumbieron a los sentidos y a un cuarto de hotel diagonal al cementerio nuevo, la noche del domingo fueron a parar.
Allí se torció la historia, desbordada la atracción, el caballero se volvió “Transformers” y el encanto desapareció.
Embelesado con su otrora media naranja, la blusa le rasgó. El objeto d