Se decía que Nueva York era la capital del mundo. Esto es una hipérbole, una exageración pero con asidero en la verdad. Hay hechos que confirman esta capitalidad. Uno, la presencia en la enorme urbe del Hudson de la sede de la Organización de Naciones Unidas, verdadero gobierno mundial. Otro, el ataque de terroristas islamistas a las torres gemelas del World Trade Center. No querían derrumbar el edificio más alto del mundo, sino derribar los minaretes más significativos de la capital de Occidente, el emblema máximo de la civilización más poderosa de la historia.

Los islamistas son islámicos que no han entendido la separación entre religión y política, un principio básico de convivencia del Occidente moderno. No constituyen necesariamente una mayoría entre los musulmanes, pero son un grupo

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