En la encrucijada de dos culturas, Roberto Lopes , o simplemente Pico, se alza como un símbolo de identidad y pertenencia. Nacido en Dublín, hijo de un padre caboverdiano y una madre irlandesa , su vida es un viaje marcado por la mezcla de raíces y el poder de elegir. Aunque vistió la camiseta juvenil de Irlanda, fue un mensaje en LinkedIn , inesperado y casi mágico, el que lo invitó a abrazar la causa de Cabo Verde y su selección absoluta en 2019. La misma que está a un paso del Mundial 2026 .

Este contacto digital fue más que una convocatoria deportiva; fue el llamado de su sangre, la voz de un pueblo que lo esperaba desde las islas del Atlántico sur . Así, Lopes cruzó ese puente invisible que une dos mundos, y se convirtió en un baluarte defensivo y un líder natural

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