Las tablas -tarima- de la plaza de la Constitución en plana Gran Vía claman la presencia de un carpintero, porque unas están saltadas, con el peligro que conlleva para los paseantes despistados, pero es que también las hay hundidas y a punto de rendirse a su fatal destino.
La reforma de la plaza de la Constitución trajo consigo que el Monumento a la Constitución, obra de José Luis Alonso Coomonte, de 1978, fijara su ubicación en La Vaguada, y en vez de la pirámide, el diseñador colocó ‘mosaicos’ de piedrecitas de colores, losas de alcantarillas -que ya no están-, láminas de madera, macetones -estos llegaron hace dos verano , porque no se sabía dónde poner tanto tiestazo, y la Náyade, de Agustín Casillas, que a veces desaparece de su lecho.