
El actor, director y guionista Daniel Guzmán ha reconocido sentirse “ totalmente vacío a todos los niveles : emocional, anímico y físico” tras finalizar el rodaje de su última película, La Deuda . El cineasta madrileño, que también protagoniza la cinta interpretando a Lucas , asegura que tras cada proyecto se plantea abandonar la dirección debido al enorme desgaste que le supone.
Una historia de afecto, culpa y redención
La Deuda , que se estrenará el 17 de octubre , surge de una vivencia personal de Guzmán y aborda la relación entre dos personas de generaciones distintas: Lucas y Antonia (interpretada por Rosario García). Cuando Antonia pierde su vivienda, Lucas asume una deuda emocional con ella y hará todo lo posible para ayudarla, incluso poniendo en riesgo su libertad.
La película explora los límites del amor, la culpa, la redención y el perdón , y cuenta también con las actuaciones de Itziar Ituño y Susana Abaitua . Según Guzmán, el filme se articula en distintos niveles: emocional, económico, moral y existencial.
El origen: una experiencia con su abuela
El guion de La Deuda nació de una experiencia real con la abuela del director, a quien acompañaba al centro de salud. Durante una espera, Guzmán se fijó en un desfibrilador y se preguntó qué pasaría si alguien, por necesidad, tuviera que llevárselo. De ahí nació la pregunta central: “¿Hasta dónde estarías dispuesto a llegar para evitar que alguien pierda su hogar ?”.
La gentrificación se convierte así en el trasfondo de la historia, un fenómeno que el propio Guzmán reconoce haber incorporado de forma “natural e inconsciente”. Inicialmente, el director quería que su abuela interpretara el papel de Antonia, pero tras su fallecimiento eligió a Rosario García por su parecido emocional y físico.
Un proyecto titánico: 78 localizaciones y cinco millones de euros
El rodaje de La Deuda fue una verdadera odisea. Guzmán ha destacado la magnitud del proyecto: 78 localizaciones , un presupuesto de cinco millones de euros y un calendario de diez semanas de rodaje , el doble de lo habitual. “El sobrecoste crecía semana a semana y el tiempo se convirtió en nuestro mayor enemigo”, confiesa el director.
Además, el proceso de montaje se extendió durante un año , frente a los tres meses habituales, lo que refleja la complejidad y ambición del filme. Guzmán reconoce que este nivel de exigencia le ha dejado exhausto y le lleva a reconsiderar su futuro como director: “No volveré a asumir tantos roles a la vez”.
La lucha interna del creador
El artista admite que combinar las tareas de director, guionista, actor y productor es una “ecuación imposible de cuadrar”. “Entre el yo autor y el yo productor hay una disputa constante”, comenta. Pese a ello, confiesa que disfruta del proceso de escritura, donde puede trabajar en soledad y conectar de forma íntima con la historia: “Es el único momento donde todo encaja”.