Pedro Juan salió igualito – decía la madre – a su hermano mayor, que le dió guerra a sus padres por ir a trocha y mocha, apenas barnizado con educación escolar. Conoció medio mundo, cabeceó con chicas lindas, escanció toda clase de espirituosas, se jugó la vida en la ruleta de los imprevistos y predicaba que este rancho grande que es la patria tenía que reformarse a las buenas o a las malas.

Estas prédicas durante las comidas suscitaban debates de cierto aire burgués, formándose unos trabalenguas ideológicos que la madre intentaba, una y otra vez, apaciguar con temas insulsos de comidilla social o con habladurías de cocimiento lento, sin desfallecer, pero sin desconocer su impotencia para poner orden, terminando por convencerse y siempre repetir: ¡Dios mío, cuando será el día que en esta

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