A las afueras de la Universidad Nacional , entre el ir y venir de estudiantes, se levanta una carpa fucsia que huele a masa recién horneada y salsa napolitana. Es la pizzería Sara Valentina , un punto de encuentro que lleva 20 años siendo parte de la vida estudiantil. Detrás del mostrador está Norma , una mujer de sonrisa franca y manos que han amasado no solo pizza, sino también una historia de esfuerzo, familia y amor por los estudiantes.

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Antes de que existiera Sara Valentina , los padres de Norma pasaban sus días vendiendo arepas de queso, jamón y pollo

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