Su rostro traslucía cierta incomodidad. Benjamin Netanyahu escuchaba cómo Donald Trump , su gran aliado y sostén internacional, clamaba en su histórico discurso del lunes en la Knesett (Parlamento) por un indulto para el primer ministro israelí.
El presidente estadounidense quería hacerle un favor, pero el abrazo de oso parecía asfixiar la cintura política del líder israelí, procesado en tres casos distintos por corrupción en su país, más allá del pedido de captura en su contra emitido por la Corte Penal Internacional (CPI) por presuntos crímenes de guerra y contra la humanidad .
Netanyahu estaba sentado a su lado y buscaba capitalizar a su favor el enorme fervor que se produjo en Israel por la devolución de los 20 rehenes con vida secuestrados en Gaza y el acuerdo que puso fin a