Entrar estos días en el Teatro Albéniz es comprobar que sí, que la vida sigue siendo un Cabaret . Y que, en realidad, nunca ha dejado —ni dejará— de serlo. Nada más cruzar sus puertas, el tiempo y el espacio se desordenan. Las luces bajas y la atmósfera arrolladora, cargada de deseo, provocación y peligro tratan de engañar a la tensión política y social de fondo con el jazz como refugio y las lentejuelas y los sombreros como armaduras. Todo ello da pistas del rumbo del viaje. Afuera, tienes el Madrid de 2025 ; dentro, el Berlín de entreguerras .
Bastan unos pasos, el repique de unos tacones y el "¡Willkommen, bienvenue, welcome, bienvenidos!" de la maestra de ceremonias, Abril Zamora (Sardañola del Vallés, 1981), para llegar al destino. Rápido, pero eficaz. Estamos