A pocos cientos de kilómetros del Polo Norte, en un paisaje dominado por el hielo, el viento y la soledad, un pequeño grupo de científicos pasa sus días en una de las estaciones más extremas del planeta. Permanecer allí cinco días es una experiencia que mezcla la emoción del descubrimiento con los desafíos de la supervivencia en condiciones límite.
El sol nunca se oculta durante el verano ártico, lo que obliga a los investigadores a adaptarse a una rutina sin noche. Las temperaturas, que raramente superan los –20 grados, exigen un estricto control de la energía corporal y una logística precisa para evitar el congelamiento. Cada salida al exterior requiere varias capas de protección y una planificación detallada, ya que un error mínimo puede convertirse en una emergencia.
Dentro de la bas