Por un instante, el papel amarillento y frágil deja de ser materia para convertirse en una máquina del tiempo. Nos transporta a un Saltillo de carruajes y vestidos largos, a calles donde la vida cotidiana latía en sepia y blanco y negro.
Esas imágenes, que estuvieron en un cajón o en el fondo del ropero de la abuela, escondidas en un álbum familiar que raramente se abría, no son simples recuerdos: son fragmentos de memoria, huellas tangibles de la existencia de quienes nos precedieron.
La ensayista Susan Sontag escribió que “fotografiar es conferir importancia” . Cada imagen antigua revela qué consideraron digno de conservar quienes vivieron antes que nosotros. Durante décadas, la fotografía fue vista como una curiosidad técnica o una expresión artística menor. Hoy sabemos que