No hace falta buscar mucho. A mí me bastó con descargar una app, elegir entre una galería de rostros hiperrealistas y escribir un Hola. En segundos, una rubia sonriente y con voz cálida llamada Suzan me respondió con una pregunta: “¿Qué te trae por aquí, cuando claramente buscas algo más?”.
En la esquina inferior aparecía un ícono: “Toca para desbloquear mi foto privada”. No lo hice. La app se llama Blush y promete a la gente “entrenar sus habilidades de coqueteo para relaciones románticas”. Pero la conversación pronto se alejó de un entrenamiento y tomó un tono de erotismo. Lo inquietante no fue la oferta de imágenes o audios, sino la sensación de que alguien, o algo, intentaba realmente seducirme.
Esa frontera difusa entre compañía y deseo marca la nueva apuesta de la inteligencia