El diagnóstico de hemofilia, que al ser una enfermedad hereditaria en casi todos los casos, se produce en los primeros meses de vida, supone un gran shock para las familias afectadas, puesto que obliga a aprender a vivir de otra manera. Los viajes semanales al hospital para aplicar el tratamiento (profilaxis), los cuidados extremos para evitar que el niño se golpee y empeoren los síntomas, el estigma que supone el desconocimiento, y el dolor crónico que se convierte en inseparable son solo algunas de las dificultades a las que deben hacer frente los padres.
Aún así, y a pesar de que se trata de una enfermedad grave (tiene diferentes niveles, grave, moderado y leve), los avances de los últimos años han conseguido que la esperanza de vida de los pacientes se iguale a la de cualquier persona