Este verano, durante una cena con su mejor amiga, Jacki Barden habló de un tema incómodo: la posibilidad de morir sola.

“No tengo hijos, ni esposo, ni hermanos”, recordó haber dicho Barden. “¿Quién va a sostener mi mano cuando muera?”.

Barden, de 75 años, nunca tuvo hijos. Vive sola en el oeste de Massachusetts desde que su esposo falleció en 2003. “Llega un momento en la vida en el que ya no vas para arriba, sino que empiezas a bajar”, me dijo. “Y empiezas a pensar cómo será el final”.

Esto es algo que se preguntan muchos adultos mayores que viven solos, una población que ya supera las 16 millones de personas y que sigue creciendo. Muchos cuentan con familiares o amigos. Pero otros no tienen ni pareja ni hijos; sus parientes viven lejos o están distanciados de los pocos familiares que

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