Un meme puede parecer una broma tonta, una imagen repetida hasta el cansancio, pero en realidad es una forma de comunicación política más poderosa que muchos discursos. Los memes no solo hacen reír: moldean narrativas, polarizan ideas y, a veces, definen elecciones. Son el lenguaje político de la era digital, tan informal como efectivo.

En las redes, la ironía es el nuevo manifiesto. Los partidos tienen campañas; los usuarios, plantillas de Photoshop. La lucha por el relato ya no ocurre solo en los noticieros, sino en el terreno más volátil y viral del internet: los comentarios, los GIFs, los stickers de WhatsApp. Un buen meme puede derribar una reputación en segundos o sintetizar una idea compleja en una frase absurda.

Lo más fascinante es que los memes no tienen autor. Circulan como fo

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