El gabinete que preside Ernesto Álvarez Miranda tiene ante sí una tarea peligrosa hasta el extremo. Si toda la política está en función al triunfo o la derrota, el gabinete Álvarez Mirando tiene frente a sí una única disyuntiva: vencer o morir. Solo el más alto patriotismo puede dar razones para aceptar un puesto tan delicado en momentos como este. Álvarez Miranda tendrá que conducir al Estado armado de dos grandes herramientas: la espada del poder y el báculo de la autoridad.

Todos los juristas, y Álvarez Miranda lo es, conocen el grabado de la edición del Leviatán de Hobbes y la frase con que se corona la iconografía del frontispicio: Non est potestas super terram quae comparetur ei. En efecto, para que el Estado cumpla con su función, debe ejercer el poder. Si no lo ejerce, lo pierde,

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