A la luz de los prolongados acontecimientos que tienen en suspenso al país, pareciera ya, por una parte, que la terca e indoblegable resistencia que ha demostrado nuestro pueblo, significa de hecho, haber conquistado, por primera vez en su larga historia de luchas, una amplia conciencia que le dan sustento a su autodeterminación y soberanía verdaderas; y, por la otra, haber proporcionado al imperio gringo, una de las más humillantes derrotas a su política expansionista y rapaz, no sólo con eco en Venezuela sino también con impacto moral en toda América Latina.
Porque, además, esa derrota se hace más ostensible cuando, ese foco de resistencia irreductible, proviene de un país pequeño que –hasta hace poco- la supremacía norteña había considerado su patio trasero y como suyas sus riquezas; y