El comidista

Con la salsa, nacida en el París del siglo XIX, platos sencillos de pescado, verduras o carnes magras se pueden transformar en auténticos festines

Si la bechamel fuera al gimnasio, se pusiese a tope de proteínas y ganara músculo, se convertiría en la salsa Mornay. Aparece por primera vez en la carta del restaurante parisino Le Grand Véfour , situado en el Palais-Royal en el siglo XIX y consiste básicamente en una bechamel enriquecida. Una vez hecha la salsa madre con una proporción de 75 gramos de harina y mantequilla por litro de leche, se le añaden yemas de huevo , queso gruyere y a veces un pelín de nata. Ya podéis imaginaros el resultado: es aterciopelada, muy potente en sabor y profundidad y le da a cualquier cosa que se la pongas un punto muy fino.

Por su

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