Madrid presume de ser una gran capital cultural, pero la realidad contradice la propaganda del Partido Popular. Desde 2012 la ciudad carece de un Plan Estratégico de Cultura y, en su lugar, los gobiernos del PP han improvisado, privatizado y centralizado recursos. El resultado es una cultura municipal precaria y desigual, más pensada para generar negocio que para garantizar un derecho ciudadano.
Además, la mayor parte de la programación cultural municipal sigue concentrada en el centro de la ciudad. Los distritos periféricos quedan relegados y han visto desaparecer festivales consolidados y precarizarse sus centros culturales de barrio. En este modelo, la cultura se trata como lujo, escaparate turístico o negocio, en lugar de entenderse como un derecho básico para todos los vecinos.
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