Vivimos en tiempos donde el ruido exterior parece multiplicarse. Las pantallas, las rutinas, las exigencias y el ritmo del día a día nos arrastran a una velocidad que no siempre es la nuestra. Sin darnos cuenta, empezamos a actuar en automático. Cumplimos tareas, perseguimos metas, pero sentimos que algo falta .
Ese “algo” es la conexión con el propósito. No un propósito entendido como “logro” o “éxito”, sino como dirección del alma . Esa brújula interna que nos orienta cuando todo lo demás parece confuso.
Napoleón Hill , autor del clásico 'Piense y hágase rico¡, afirmaba que “el punto de partida de todo logro es un propósito definido” . Pero no hablaba de un propósito cualquiera, sino de uno que encendiera la energía interior. Hill observó que las personas sin un propósito claro