Un amigo norteamericano que habla demasiado estuvo de visita aquí en Barcelona hace poco. Siempre encuentra un pretexto para contar una de sus interminables historias. La única que recuerdo fue sobre un viaje de dos semanas que hizo en autostop a través de Estados Unidos en los años ochenta.
La recuerdo porque creo que, sin querer, me aportó un poco de luz al gran tema de los tiempos que corren, la degeneración de la democracia y el auge de la extrema derecha.
Yo hacía autostop todo el tiempo en aquella época. Por toda Europa. Era joven, era alto (aún lo sigo siendo) y tenía el pelo largo, pero pocas veces tenía que esperar más de diez minutos para que alguien me recogiera. Todos mis amigos lo hacían. Y mis amigas también, muchas veces solas, como yo.
Hoy la costumbre ha desaparecido.