El anciano cuerpo de Antonio Famoso se apagó en 2010. Pero su yo administrativo, reducido a una cuenta corriente, ha seguido vivito y coleando entre nosotros hasta esta misma semana. El estado le abonaba la pensión, las compañías de servicios giraban sin problemas los recibos de suministros y el administrador de su finca recibía puntualmente el importe de cuotas y derramas. Tantos siglos razonando la humanidad entera sobre la eternidad, para acabar descubriendo que hay un modo de lo más prosaico para alcanzarla: seguir pagando las facturas una vez muerto.
Dejando a un lado las cuestiones administrativas del primer párrafo, vale la pena ponerse serios. Poca broma: la friolera de tres lustros se ha pasado el cadáver de Antonio velado por las palomas en el comedor de su casa en Valencia sin