La sanidad pública española funcionó relativamente muy bien hasta que el neoliberalismo y sus privatizaciones se entronizaron como la ideología de cabecera de nuestros gobiernos e instituciones. A partir de ahí, y a través de recortes enloquecidos para lograr acabar con todo lo público (objetivo principal de la derecha y la ultraderecha), nuestra sanidad se deterioró a pasos acelerados, de lo cual tuvimos un primer signo de alarma con la pandemia COVID, aunque el deterioro venía de antes, de forma que el virus nos pilló con las defensas bajas.

Si entonces aquello se tradujo en una cifra inaceptable (y evitable) de muertos, hoy se traduce en listas de espera inasumibles, tanto a nivel de la atención primaria como de la atención hospitalaria, cargando todo el peso del desastre en las «urgen

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