Luciana Bertelotti vivió nueve años a bordo. De los 21 a los 30, su casa fue un camarote. Su mundo, un barco. Su gente, la tripulación. Su familia, mamá, papá y hermanos mayores, la esperaba en la ciudad de Buenos Aires cuando el contrato finalizaba. Podían ser dos meses de franco los que tenía por año. Porque después podía pasarse seis u ocho meses -dependiendo del trabajo acordado- trabajando de lunes a lunes. Esa era una de las inquietudes más repetidas de su comunidad. “¿Cómo que trabajás todos los días?”, le preguntaban sin comprender. Para entonces, Luciana ya era “Luli de los cruceros”.
Hubo un momento en esos nueve años en los que dejó de ser fotógrafa para convertirse en una influencer, reconocida incluso por los huéspedes. Su historia dio un giro inesperado: empezó trabajando e