La frase con la que termina Peter Sloterdijk su emblemática conferencia «Normas para el parque humano» («Regeln für den Menschenpark») reza así: «Se impone la opinión de que nuestra vida es la confusa respuesta a preguntas que hemos olvidado dónde fueron planteadas». Algo así como si por una especial amnesia viviéramos en un mundo que es el fruto modelado a través de respuestas dadas a cuestiones que, gracias a la eficacia de esas mismas respuestas, hubiéramos ya olvidado. El éxito mismo de la respuesta hace desaparecer hasta el olvido el problema originario. Y con este olvido del problema original solventado, nace el riesgo de empezar a trivializar las respuestas, a «jugar» con otras posibilidades, de frivolizar su valor; el riesgo, en definitiva, de considerar estas respuestas como pura

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